lunes, 17 de noviembre de 2008

▒Las mujeres de Rayuela (ensayo)


Las mujeres de Rayuela

Leticia Salazar Castañeda
De acuerdo con el argumento menos intrincado que nos ofrece esta obra, el misterioso y erudito Morelli es la oposición a las mujeres que sobresalen en la historia: la Maga, Babs, Trépat, Emmanuéle, Pola, Gekrepten y Talita; aun cuando algunas son casi invisibles, desde su escondite son ellas las que más resaltan la complicada actividad sentimental de Oliveira, así como sus actitudes contradictorias al momento de la acción amorosa o interpersonal; pero sobre todo son las mujeres las que hacen resaltar, mediante su incipiente razonamiento, la erudición de los personajes masculinos, los cuales interactúan en torno a Oliveira y éste en torno a Morelli.
Los personajes femeninos de Rayuela representan para Horacio “el todo por la parte” del género: poco a poco nos deja ver su apreciación despectiva hacia el sexo opuesto al través de una postura displicente y ambigua que pone de manifiesto la tozudez por un lado y, por el otro, la incapacidad de la mujer para reflexionar sobre las cosas profundas de la vida. Ninguna, ni siquiera la Maga, merece ser partícipe de las charlas intelectuales del Club; Horacio sobre todo, no las considera capaces de especular en el mundo metafísico y filosófico que se desarrolla en el cogito del grupo. Y aun cuando Horacio no muestra marcados sentimientos de misoginia derivados de sus conflictos personales, es claro que las mujeres no le provocan el mismo interés intelectual que los varones del Club.
La actitud de Horacio en cuanto a las mujeres del argumento nos lleva a considerar que sólo le merecen una especie de tolerancia y compasión que en ocasiones redunda en la caridad, como es el caso de Trépat y de Pola; otras veces deriva en una mezcla de burla y sarcasmo, como es el caso de la clochard. Pero a pesar de todo, se resigna a que la presencia femenina, irremediablemente es, y sea objeto y sujeto necesario en las fuerzas del azar que interactúan en toda circunstancia de la vida; por tanto, tal naturaleza merece ser explorada en toda su esencia y manifestación como cualquier otro contenido enigmático del continente universal. Al fin y al cabo (se justifica Horacio), si su relación interpersonal con alguna fémina sobrepasa los parámetros que su ideología le permite, siempre habrá la opción de “curarse como Heráclito” (quien quizá ni siquiera estuviera enfermo)
Sus aventuras, no importa la índole, con la Maga, Pola, Trépat, incluso con la clochard, no le provocan remordimiento alguno porque, en última instancia, son el género inferior. Por supuesto ello no significa que tiene permiso para agredirlas o despreciarlas, y no porque no pueda hacerlo (la misma Babs estuvo dispuesta a dejarse usar) sino porque su naturaleza de arquetipo no siente la necesidad. Horacio sabe que la mujer está siempre en busca de “su hombre” cual utopía que le resolverá la tragedia de su vida. Pero sabe también que ningún hombre, y mucho menos él, está en la vida para resolver el problema existencial de la mujer. “Alguna vez había creído en el amor como enriquecimiento, exaltación de las potencias intercesoras. Un día se dio cuenta de que sus amores eran impuros porque presuponían esa esperanza, mientras que el verdadero amante amaba sin esperar nada fuera del amor (...) De sus amantes acababa por hacer amigas, cómplices de una contemplación de la circunstancia” (R/450).
Imaginamos a Oliveira como un tipo que cumple con los cánones de belleza masculina, puesto que las mujeres lo adoraban y lo admiraban, pero siempre terminaban éstas por descubrirle su vacío, su lado oscuro “y entonces él les facilitaba la salida, les habría la puerta para que fueran a jugara a otro lado” (Id.)
Aun cuando al parecer se enamora de la Maga, sabe que el amor de ese ser, inferior y superior a la vez, jamás le conducirá al kibbutz. Y si la Maga no conduce al kibbutz, entonces no tiene sentido permanecer junto a ella. Pues nada es más importante para Oliveira que la búsqueda y hallazgo de su kibbutz. No obstante, no se resigna a perderla y continúa buscándola en Montevideo y en la persona de Talita. Mas la busca sin convicción, por mera actitud de inercia; la busca sin saber si realmente desea encontrarla porque no busca precisamente a la Maga, sigue buscando su kibbutz.
Talita apenas sí sobresale en intelecto con relación al resto de las mujeres del argumento, mas con todo su conocimiento sobre farmacéutica, Horacio no le otorga la facultad del diálogo como lo hace con Traveler; la apreciación hacia la mujer de su amigo no va más allá de ciertas charlas peligrosas y de permitirle jugar al panteón con él. Será Talita, sin embargo, el soporte provisional al momento de darse por vencido, pero sólo como una especie de armadura precaria y accidental, un contrafuerte que tal vez, sólo tal vez, lo haya salvado del suicidio. A pesar de ello, todo demuestra que el arquetipo Oliveira, tiende a depreciar el sexo opuesto apelando a la raigambre social que, desafortunadamente, en pleno siglo XX, siglo de Rayuela, el sexo femenino no muestra todavía las variantes indispensables para desaforar la tradición de su ignorancia, que le persigue a través de la historia humana.

No hay comentarios: